16.9.25 -
- anoarra
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DESDE LA TORRE
Desde la torre
en la que me imagino farero,
la ciudad templa sus sombras oscuras
en aterciopelada mirada
de confortable ensimismamiento.
En las alturas se visualiza
el ir y venir de urgencias removidas,
como agitación artificiosa
que no conduce al núcleo vivencial
y sí al extrarradio de uno mismo.
A veces el día
despierta su luz entre bostezos y dudas
que se transmiten a los ciudadanos;
la aurora parece eternizarse
y posiblemente también los remolones
que hacen estiramientos antes de ir al baño.
Es tiempo de indecisión y de demoras,
de lavar las heridas y plantar cara
como quien se reviste de aguerrida celada;
la luz de la mañana es un venablo
que cruza el cielo y atraviesa los sueños
de quienes se desangrarán a lo largo del día
o se vivifican curtidos en la zozobra.

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